La gran Konami desarrolló para 1987 otra máquina con la que poder destrozarnos a gusto los dedos, literalmente, por si no habíamos tenido bastante con Track & Field unos años antes.

Bajo la excusa de tomar el control de un recluta novato en un campo de entrenamiento militar, Combat School (también conocido como Boot Camp en EEUU) nos coloca en la tesitura de hacer frente a una serie de pruebas con las que demostrar que somos válidos para graduarnos y formar parte del selecto Cuerpo de Marines de los Estados Unidos.

Para llevar a cabo el manejo de todo se optó por un trackball para el control de los movimientos además de 2 botones cuya función varía según la tentativa que se debe acometer. 


Existen un total de 7 disciplinas a superar, variadas y con propósitos muy dispares. La primera de ellas nos coloca en una carrera de obstáculos en la que competiremos junto a un compañero. La segunda es un examen de tiro a dianas. En la tercera se nos lleva a campo abierto para de nuevo tratar de demostrar que somos más rápidos y fuertes que nuestro camarada en un trayecto sobre tierra y agua con rocas que esquivar y ríos que superar a bordo de una canoa. La cuarta, al más puro estilo Contra/Gryzor, nos invita a eliminar multitud de objetivos móviles. En la quinta veremos un pulso con el que rememorar las acciones de "Sly" en 'Yo, el Halcón'. La sexta es otra demostración de puntería similar a la del nivel 2 pero con mayor dificultad al haber blancos que nos penalizan si son alcanzados. Por último, y como colofón final a nuestra preparación, deberemos hacer frente en una pelea uno contra uno a nuestro instructor, muy en la línea de lo visto en 'Oficial y Caballero' siguiendo con las referencias cinematográficas. 


En ocasiones, si no hemos sido capaces de superar la marca exigida pero nos hemos quedado cerca y el monitor cree que hemos sido merecedores de una segunda oportunidad, se nos desafiará a realizar una serie de flexiones en un tiempo límite. Tanto aquí como en los niveles 1, 3 y 5 prima ante todo la velocidad que tengamos pulsando los botones.

Si se superan todas estas dificultades estaremos en disposición de graduarnos con todos los honores posibles. Al tiempo se produce el secuestro del presidente de los Estados Unidos por parte de un grupo terrorista y se nos encomendará la misión de rescatarlo. Esta fase se desarrolla al más puro estilo Kung Fu Master o Vigilante, debiendo terminar con todos los enemigos que nos salgan al paso.

Como podeís ver se trata de un arcade con enormes guiños a distintos referentes tanto del celuloide como de los videojuegos


Técnicamente presenta unos gráficos correctos con contrastes de calidad entre unas pruebas y otras. Sin ser un portento en este aspecto sí que el entorno y los fondos en que nos sitúa son fácilmente reconocibles. Los movimientos de los personajes en ciertas escenas son algo bruscos echándose en falta algún cuadro de animación más que los dotase de mayor fluidez. El sonido cumple en general, destacando por ciertas voces digitalizadas que le dan un extra de calidad en este aspecto.

La jugabilidad es el punto fuerte del título gracias a una dificultad bien medida y a un control enormemente preciso. Fracasar en los objetivos nos lleva al fin de una partida para la que no existen continuaciones, lo cual es un acierto ya que la duración de la obra es escasa. Eso sí, en la última fase el grado de complicación aumenta de manera exponencial y veremos la pantalla de "game over" en más ocasiones de las que nos gustaría por el más mínimo error. Aún así el reto de querer superarlo por completo o de tratar de mejorar las puntuaciones nos hará desear jugar una y otra vez. 


Este juego se portó únicamente para los microordenadores de la época. Así, ZX Spectrum, Amstrad CPC y Commodore 64 fueron los afortunados en contar con su versión. Todas ellas de muy notable calidad y fieles a lo visto en la recreativa.

En su conjunto siempre me ha parecido un excelente ejemplo de arcade con el que pasar un rato entretenido sin demasiadas pretensiones. Ofrece diversión directa y diversa bajo el amparo de una factura técnica que cumple sin alardes. A veces en la sencillez está el gusto.