Siguiendo la linea marcada por referentes del género como Ikari Warriors y Commando o por héroes del cine como Rambo, Capcom programó en 1990 un shooter protagonizado por un supersoldado que debía, él solo, hacer frente a todo un ejército terrorista para conseguir salvar al presidente de los Estados Unidos. El argumento es una americanada de esas que tanto gustan al otro lado del charco.

Pese a ser la segunda parte del mencionado Commando solamente se hace referencia a este hecho dentro del mercado japonés omitiendo cualquier tipo de vinculación tanto en Europa como en América.

Al año siguiente, en 1991 Sega adquiere la licencia y la adapta para sus consolas de 8 y 16 bits, siendo la objeto de este artículo la referente a Master System. El decantarme por esta versión es porque es la que poseo en mi colección además de ser la que disfruté de niño. 


En el paso de los recreativos a la más veterana de Sega se perdió la posibilidad de jugar 2 jugadores y los gráficos debieron ser adaptados ya que los muy detallados sprites y escenarios del original no podían ser soportados por la 8 bits. Por lo tanto el juego, pese a tener su referente claro en la máquina recreativa es bastante distinto en esta versión doméstica. Aún así no desmerece en absoluto a la misma ya que conserva su espíritu frenético y una acción a prueba de bombas (chiste fácil).

Existen un total de 6 fases que recorrer hasta llegar al enfrentamiento final para lograr el objetivo de nuestra misión, si bien son bastante cortas. La dificultad está muy ajustada y, si no somos lo suficientemente rápidos en superar cada misión, el tiempo nos puede jugar una mala pasada y dar al traste con nuestra partida. Existe una sola vida y no hay posibilidad de continuaciones lo que contribuye a aumentar la duración del título. Como ayuda, al final de cada nivel, la energía se recarga por completo además de que se mantiene el arma que sostengamos en ese momento. 


El desarrollo de la aventura es suficientemente diverso teniendo en cuenta el género en que nos encontramos. Aunque la mayor parte del tiempo la pasaremos recorriendo distintos escenarios como junglas o bases militares a pie, también hay momentos en los que montar en un jeep cargado de misiles o en los que recorrer un río a bordo de una lancha. Existe una amplia variedad de armamento disponible repartido en cajas a través de los escenarios así como distintos potenciadores y alimento. Por su espectacularidad el lanzallamas es nuestro suministro que más sobresale. 


Técnicamente destaca por un fluido scroll y por el generoso tamaño de algunos de los jefes a los que nos enfrentaremos al final de las fases. La perspectiva isométrica nos ofrece en todo momento visión clara de la situación y el entorno para que podamos anticiparnos perfectamente a lo que se nos viene encima. En ocasiones se producen ligeras ralentizaciones en momentos de mucha acción pero nada que no pueda pasarse por alto. Los escenarios son amplios y siguen fielmente lo vivido en los arcades y en la versión de la hermana mayor, Megadrive.

El apartado sonoro es ciertamente flojo. Los efectos son escasos y de muy baja calidad al igual que la música, que hace acto de presencia en muy pocas ocasiones. 


La jugabilidad es el punto clave del título. Con un muy buen control, preciso y adecuado, moveremos a nuestro personaje sin dificultad esquivando y dando caza al mismo tiempo a todo lo que se mueva. Nuestro soldado se muestra ágil en todo momento y solamente nuestra pericia será la encargada de llevarnos o no hacia la victoria. No hay momentos de frustración y si no hemos sido capaces de superar alguna situación siempre nos quedará la sensación de que en la próxima partida podremos hacerlo.

Estamos ante un arcade puro y duro de los que había que acabar con cinco duros o vuelta a casa. Sin segundas oportunidades. Para mí es un clásico.

*Nota: como complemento a este análisis puede verse una partida del juego al completo realizada por mí mismo aquí.