Konami, en 1989, demostró una vez más que con una idea sencilla y con diversión directa puede acertarse de pleno cuando se trata de entretenimiento para el ámbito portátil. Game Boy apenas acababa de aparecer en el mercado y precisaba de obras que perfilasen su catálogo. Y, como después se haría patente, Konami iba a ser una de las compañías clave en el despegue y éxito aplastante a nivel mundial de la pequeña de Nintendo.
Bajo un apartado técnico muy sencillo, con unos gráficos y sonidos simples, se esconde uno de los juegos más adictivos de aquella etapa. Con la premisa de llegar a tiempo al final de un circuito propuesto arranca este título. Un escenario repleto de obstáculos, rampas y loopings es el lugar donde demostrar nuestra habilidad a lomos de una pequeña moto. Ésta puede acelerar, frenar, usar nitros para aumentar la velocidad momentáneamente y mover la rueda delantera hacia arriba y abajo para repartir el peso. Con únicamente esos movimientos, y haciendo un uso adecuado de ellos, es suficiente para superar toda clase de trampas, revirados giros, saltar rocas... A lo largo de las zonas encontraremos distintos objetos, representados por una letra, que nos ofrecen ayudas en forma de extensión de tiempo, añadir nuevos nitros o mayor agarre de los neumáticos.
Pese a haber pasado ya muchos años desde su lanzamiento de vez en cuando me gusta recordar este Motocross Maniacs debido a que incluso ahora, su concepto de diversión, sigue tan fresco como el primer día.
Muchos juegos actuales han bebido directamente de fuentes como la del protagonista de este artículo, como por ejemplo la famosa saga Trials que desde hace un tiempo hace furor entre la comunidad xboxer.
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